Para muchos hogares un adolescente es un sinónimo de problema o conflicto al punto de que algunos erradamente asocian la palabra adolescente con adolecer, que significa causar dolencia o enfermedad, caer enfermo o padecer un defecto. Pero adolescente no tiene nada que ver con adolecer, es otra palabra con otra etimología. Adolescente viene del latín “adolescere” que significa criarse, estar creciendo, madurar.
El vocablo está compuesto del prefijo “ad”, hacia, y el verbo “alescere”, crecer. En pocas palabras, es la etapa del crecimiento entre la infancia y la adultez y se ubica entre los 11 y 19 años. Y según la Organización Mundial de la Salud por cada cinco habitantes del planeta uno de ellos es un adolescente y el 85% se halla en países pobres o de medianos ingresos.
Pero la adolescencia no tiene que convertirse necesariamente en un infierno para chicos y padres, sino que puede ser una transición saludable para ambas partes. En la Biblia encontramos un breve relato en el que se menciona a Dios hecho ser humano y hecho un adolescente, sí, es increíble.
Y de esa porción de las Escrituras se podría hablar en abundancia, pero por motivos de espacio sólo enfocaré un aspecto: la obediencia a los padres. Jesús, en plena adolescencia, crecía en sabiduría y estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
No se puede uno imaginar a Jesús hoy en día con unos audífonos 24 horas al día en los oídos, desconectado del mundo como un autista, con un cuarto fétido, impenetrable y donde se encueva para no tener vida social con nadie y atado como con cordón umbilical a una computadora y un celular.
Además hablándoles a sus padres entre dientes, con frases cortas y con una cara de enfado tal que pareciera que lo estuvieran torturando para que confesara algo. No, tampoco nos cabe en la cabeza a un Jesús diciéndole a José y María:
“Saben qué viejos, ustedes no están a mi nivel, ya tengo 12 años y sé más teología que ustedes, hablo hebreo, arameo y griego. Tengo poderes que los dejaría boquiabiertos. Yo no voy a ser un pobre carpintero fracasado como tú papá. Es más, ustedes tendrían que arrodillarse ante mí, porque yo soy Dios, me entendieron. Y sepan que desde hoy haré lo que se me dé la gana”.
No, ese no sería Jesús, sino el diablo.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.