No cualquiera deja que alguien se le acerque por la espalda, es peligroso, sin embargo, un amigo sí te lo puede permitir, porque confía en ti y sabe que aunque no te pueda ver no vas a hacer algo que lo dañe.
¿Cómo responder entonces a ese voto de confianza?
No traicionándolo, teniendo cuidado de no perjudicarle, ya que al estar a sus espaldas y sin ser observado, puedes escoger entre empujarle o palmearle, entre tirarle hacia atrás o sostenerle, entre punzarle o desatorarle, entre golpearle o animarle, entre clavarle un punzón o retirarle un insecto, entre arrojarle un sucio o limpiarle una mugre. Tú decides.
Un viejo coro sobre la amistad dice:
“Si una buena amistad quieres tú, a la verdad la amistad es un bien, ser amigo es hacer al amigo todo el bien, que bueno es saber amar, la amistad viene de Dios y a Dios hay que volver, que bueno es saber amar”.
Y si deseas ser un buen amigo y practicar la letra de esta canción, recuerda entonces para la próxima vez en que alguien te dé la espalda, darle un “golpe”, es decir, poner en práctica este acróstico:
Guarda la espalda de tu amigo, pues hay quienes se acercan a él con la intención de dañarle, de destruirle la reputación y de perjudicar su salud; sobre todo aquellos que se dicen ser amigos pero que no pasan de ser cómplices de sus malas acciones.
Ora poniendo tu mano en su espalda para que sea protegido, para que pueda vencer todo obstáculo, conservar su integridad y ver cumplidos los propósitos de Dios en él.
Levanta sus hombros para que sepa en los días áridos e infructuosos que si continúa caminando hacia el frente encontrará mejores tierras y abundantes fuentes de agua.
Palméale la espalda cada vez que haga algo meritorio o logre cumplir una meta, pues la aprobación constante le ayudará a contrarrestar el desánimo y las críticas malsanas.
Empújale suavemente, sin irlo a tirar de bruces, para que se atreva a hacer esa llamada que no ha hecho, a llenar ese formulario que nunca ha diligenciado, a aprobar esa materia que está pendiente, a ofrecerse en esa oficina que lo intimida, y a confesar sus nobles sentimientos a ese ser querido.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.