Dios, como padre amoroso y perfecto que es, está interesado en nuestro bien, en nuestro desarrollo espiritual saludable y en nuestra maduración, al punto de hacernos partícipes de su santidad. Y dentro de su labor educativa una de las herramientas que deberá usar es la disciplina, la corrección sabia y oportuna con el propósito terapéutico de sacarnos del error.
Es por ello que el autor de la epístola a los Hebreos en la Biblia insta a sus lectores a no desmayar cuando son disciplinados por Dios, pues dicha disciplina no es para mortificar, para destruir o para desahogar la ira de un papá neurótico, sino para nuestro bien.
Las correcciones divinas son para evitarnos dolores futuros, para evitarnos dañar a otros, para evitar dañarnos a nosotros mismos y para ponernos en la senda en la cual podamos cosechar mayores bendiciones.
Es verdad que en el momento que se vive la disciplina ésta no es placentera, pues puede comportar pérdidas materiales, enfermedades o carencias, pero debemos asumirla con paciencia, porque una buena actitud hacia ella nos la hará mucho más llevadera.
Consideremos por eso los siguientes puntos positivos sobre la disciplina:
- Si Dios nos disciplina es porque somos sus hijos legítimos, en cambio, si no lo hace, debería asustarnos el que él nos tenga por bastardos.
- Si Dios nos disciplina es porque nos ama, de otra manera él sería un papá irresponsable al que no le importamos en absoluto.
- Si Dios nos disciplina es porque nos sigue educando para lo mejor, pensando en nuestro bien y no en nuestro mal.
- Si Dios nos disciplina es porque nos está evitando meternos en líos futuros donde perjudicaremos a otros y nos dañaremos a nosotros mismos.
- Y si Dios nos disciplina es porque nos está pasando por un periodo de siembra, del cual, sin lugar a dudas, saldremos a cosechar abundantes frutos. Podemos ver entonces a la disciplina como un buen negocio que trae altísimos rendimientos.
Alégrate de la disciplina. A la disciplina, di sí. Porque la única forma de librarte de ella es, o que seas totalmente perfecto, o que no seas un hijo de Dios. ¡Ánimo, tu Papá te ama!
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.