Con frecuencia escuchamos historias de cristianos que se sienten frustrados porque han puesto en práctica los consejos de algunos bien intencionados conferencistas esperando suscitar un milagro de parte de Dios, pero no han obtenido lo deseado.
Dichos expositores relatan una historia bíblica o personal y animan a sus oyentes para que procedan de la misma manera, pero olvidan cinco detalles sencillos que se deben considerar:
En primer lugar el Dios de la Biblia obra de manera particular con cada persona y en cada situación. No hay un patrón o una medida estándar para todo mundo. Esto se puede evidenciar por ejemplo en los milagros de Jesús, quien para cada situación procedió de manera diferente.
Lo segundo a tomar en cuenta es que nadie le puede imponer a Dios lo que Él debe hacer y cómo debe hacerlo. Claro que podemos pedirle a Dios, pero es el Señor quien decide qué responder, pues Él es un Dios soberano, no un sirviente.
En la historia de Josué y la manera como se apoderó de Jericó no fue que este general del ejército de Israel convenció a Dios de que le entregara esa inmensa ciudad amurallada, no, fue el mismo Dios quien le notificó a Josué que Él había decidido entregarle dicha fortaleza.
Lo tercero a mirar es que es Dios quien decide cómo se tiene que cumplir una misión. Siguiendo con el relato de la toma de Jericó el Señor diseñó toda la estrategia. Esa operación no se le ocurrió a ningún mando militar, sino que Dios se la dio con todos los detalles al ejército comandado por Josué.
El hecho de que tú repitas a tu antojo el mismo procedimiento de Josué y le des siete vueltas a cualquier edificio no garantiza el que el mismo se vaya a caer. Esto no es un asunto de magia en el ritual, sino de soberanía de Dios.
En cuarto lugar prestemos atención al hecho de que Dios hace siempre una parte y la persona que recibe el milagro hace la otra complementaria. Josué fue obediente siguiendo al pie de la letra los mandatos de Dios, tal y como lo fueron también los que recibieron los milagros de Jesús en el Nuevo Testamento.
Y en quinto lugar no perdamos de vista que no se deben exaltar ni al que recibió el milagro ni a la estrategia para recibir el milagro, sino al Hacedor del milagro, a Dios. Fue por eso que Josué ni publicó libros ni se inventó unas conferencias tituladas «Siete pasos para derribar murallas.».
Josué tenía claro, como lo debemos tener nosotros, que Dios ha hecho y seguirá haciendo grandes milagros, pero que Él obra de manera soberana con cada persona y en cada circunstancia.
No estés envidiando los milagros de un famoso ni quieras repetir exactamente iguales los narrados en la Biblia. No busques milagros ajenos, más bien acércate a Dios y recibe el tuyo, personalizado.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.